Como todos los segundos martes de octubre de cada año, hoy celebramos el Día Internacional de Ada Lovelace, que busca revindicar los logros en manos de mujeres en el campo de las ciencias, tecnología, ingeniería y matemática (STEM) como inspiración para las generaciones por venir.

La celebración principal (el "science cabaret") tendrá lugar este año en el Ri, en Londres. A lo largo de una extensa jornada, algunas investigadoras compartirán los hallazgos relacionados a los proyectos sobre los que han trabajado durante el último tiempo, aunque también habrá espacio para el esparcimiento y relacionamiento, construyendo lazos tecnológicos entre mujeres del mundo.

La idea de conmemorar este día surgió en 2009 en manos de Suw Charman-Anderson y, a pesar de que ya han pasado ocho años desde su concepción, pocos en el ambiente conocen de su existencia. Aún más, aunque muchos tal vez reconozcan el nombre de Ada Lovelace como la primera persona en crear un programa de computación, pocos pueden identificar el alcance de su impronta científica.

Por eso, qué mejor momento entonces para indagar un poco más sobre quién era esta mujer y por qué su legado inspira a cientos de científicos alrededor del mundo.

¿Quién fue Lady Ada Lovelace?

Por los años 1800, mucho antes de la famosa máquina Enigma y la computarización bélica para descifrar códigos, una mujer victoriana atrapada en un mundo patriarcal se animó a vislumbrar el alcance de la computación y el cambio que esta impondría a la humanidad. Estamos hablando de Lady Ada Lovelace.

Fue la única hija legítima del poeta Lord Byron, pero no volvería a verlo cumplidos sus 5 años debido a la tormentosa relación entre sus padres. La madre de Ada, Annabella, quien tomaría riendas de su crianza, fue también una mujer abocada a los números. Su influencia científica y sus conexiones aristocráticas permitieron que Ada creciese rodeada de conocidos matemáticos, destacando en un contexto donde la ciencia era puramente dominio de los hombres.

Única fotografía conocida de Ada Lovelace (1842). Fuente: Clay Mathematics Institute

A los 17 años, Ada conocería a Charles Babbage, reconocido matemático que sería su mentor durante el resto de su vida. Por entonces, Babbage se encontraba trabajando en el “motor diferencial”: un computador capaz de aproximar ecuaciones mediante sumas, que actualmente puede ser visto en el museo de ciencia de Londres.

Poco tiempo después, Babbage idearía un proyecto aún más grandioso: el motor analítico, una monstruosa máquina potenciada por carbón, mucho más poderosa que la máquina diferencial, capaz de resolver cualquier tipo de problema aritmético. El motor analítico incluía todos los principios lógicos de un computador actual y cambiaría el legado de Ada para las generaciones por venir.

Ada entendió el diseño de Babbage aún mejor que su creador, comprendiendo que este computador de propósito general serviría potencialmente a infinidad de operaciones, mucho más que la realización de los cálculos bancarios para los que estaba originalmente pensado.

Describió su sueño de un mundo computarizado en el libro Taylor’s Scientific Memoirs, uno de los documentos más visionarios en la historia de la ciencia, publicado en 1843. En él, Ada relata la posibilidad de que máquinas puedan realizar tareas tan abstractas como componer música sin importar la complejidad de la pieza. Por esto, sus escritos serían luego citados por Turing en sus ensayos sobre Inteligencia Artificial. Curiosamente, no se puede apreciar su nombre justo hasta el final del documento, donde destacan sus iniciales.

Ada dedicó una década de su vida a demostrar las posibilidades computacionales del motor analítico, de las cuales sus contemporáneos ni siquiera sospechaban. A la edad de 27 años, elaboró el uso de tarjetas perforadas como método de ingreso de datos al sistema basándose en el mecanismo Jacquard (el uso tarjetas perforadas para realizar automáticamente tejidos elaborados mediante un sistema binario para controlar agujas) e incluso describió un ejemplo de su utilización para crear números de Bernoulli. Esto es lo que con el tiempo sería reconocido como el primer programa de computación escrito.

Primer programa de computación escrito. Fuente: Wikimedia Commons

Quizás fue la combinación entre el juicio matemático de su madre y la imaginación galopante de su padre lo que permitió que Ada pudiese descubrir la esencia matemática del universo. Ella entendió que los números podrían ser reemplazados por símbolos para calcular más que cantidades.

Lady Lovelace expresó en numerosas ocasiones su anhelo de convertirse en matemática. Además de sus aportes en el mundo de la computación, realizó estudios sobre la economía de la agricultura e incluso vislumbró la posibilidad de identificar la aritmética del sistema nervioso, algo notablemente avanzado para el pensamiento de la época.

Desde su fallecimiento en 1852, masivas biografías de ella han sido publicadas, usualmente soslayando el enfoque académico de su vida. Su entusiasmo por el mundo de las ciencias atrajo incesantes críticas negativas siglos después de su muerte. Fue criticada a lo largo de los años por Stein (1985), Bromley (1990) y Collier (1991), quienes pusieron en duda sus “limitados conocimientos matemáticos” y no fue hasta recientemente que su verdadero legado comienza a ser valorado como merece.

Afortunadamente, se perciben vientos de cambio. En los últimos años, hemos atestiguado diferentes movimientos que intentan reducir la brecha entre las mujeres y las ciencias. En un mundo donde la automatización del trabajo es una realidad, la inclusión de mujeres en las ciencias es mucho más que un deseo, es una necesidad.

Historias cuentan que la hermana de Mozart, Maria Anna, era tan brillante como su hermano, incluso más. Tristemente, su tiempo fue un tiempo de hombres y el mundo permanecerá por siempre privado de su grandeza. ¿Cuántas Maria Anna existirán en el campo de STEM? ¿Cuántos hallazgos yacerán inertes en la memoria de mujeres a quienes no se les permitió concretar su destino? Digamos nunca más al sexismo en las ciencias y ¡feliz día de Ada Lovelace!